El mes pasado se realizó el tradicional concurso de Cuentos de Navidad. Estos han sido los ganadores.
1º LAS RECETAS NAVIDEÑAS
Paula era una niña con mucha imaginación y le encantaba cocinar con su madre.
Una Navidad decidió preparar los platos y postres de la Nochebuena. Le contó a sus amigas la idea de organizar la cena y ellas quisieron ayudarla.
Sus padres estaban muy sorprendidos porque Paula ha dicho que en sus recetas sólo habrá cosas buenas y le ha prohibido a su familia enfadarse o discutir con alguien.
Paula cogió su libreta y apuntó los ingredientes que usará en las recetas: “Bondad, Alegría, Paz, Cariño, Fe, Ilusión, Esperanza, Amor, Felicidad, Salud, Amistad, …”
Un día, una amiga le dijo que para las navidades iba a pedir tristeza y enfado. Paula se quedó pensativa e intentó ayudarla con una de sus recetas para que su amiga fuera más feliz. Paula le dijo: ” Pon en un recipiente un vaso de alegría y una cucharada de felicidad, muévelo mucho y ya está”. Su amiga se fue contenta y con ganas de preparar la receta.
Por fin llegó la Nochebuena y cuando acabaron de cenar Paula le explicó a su familia sus recetas navideñas:
” El pollo está cocinado con aceite de Bondad, en una cazuela he puesto una pizca de ilusión y quince minutos de Paz en el horno, y para el postre he preparado pastel de Cariño y de Fe con una salsa de Esperanza, Amistad, Amor y mucha Felicidad”.
Toda su familia se puso de pie a aplaudir y desde entonces cuando llega la Navidad, todos esperan con mucha ilusión las recetas de la Chef Paula.
María Borrego Rosado 4º A de Primaria
1º LAS NAVIDADES DE RAQUEL
Raquel es una chica de 17 años alta, rubia con los ojos verdes claro. Es algo perezosa y para ella sólo hay dos cosas importantes en la vida: el esmalte de uñas y cuchichear con las amigas. Pero no sabe que esta Navidad descubrirá lo que de verdad es importante.
Raquel estaba en su cuarto con los cascos de música puestos, era la cuarta vez que su madre la llamaba, cuando por fin bajó a la cocina.
– ¿Qué pasa? – Preguntó Raquel enfurruñada.
– Para que estas Navidades no te aburras, te hemos apuntado como voluntaria a una ONG de donación de alimentos – Le contó su madre.
– Pasarás ahí casi todo el día desde las ocho de la mañana hasta las nueve de la noche – Le explicó su padre.
-¿¡Qué!? – Dijo Raquel muy enfadada. -¡Yo iba a pasarme las Navidades chateando con mis amigas!
– Por eso te hemos apuntado. – Dijo su madre, dándole el chaleco de la ONG.
Raquel subió a su cuarto indignada, pues al día siguiente empezaba a trabajar. Madrugó y llegó muy puntual al almacén.
– ¡Hola! Soy Sara, ¿eres nueva verdad?
– Yo soy Raquel, y sí, soy nueva. Mis padres me han obligado a venir, – Contestó Raquel.
Verás que al final te diviertes, yo estoy repitiendo año – Le dijo Sara con una gran sonrisa. – Ven, tenemos que subir al camión veinte cajas de legumbres.
Raquel se sorprendió al saber todo lo que tenía que hacer, pero fue con Sara a cumplir con su tarea.
La primera jornada fue dura, pero le gustaba el sentimiento de hacer bien el trabajo, regresaba a casa agotada, pero satisfecha.
Cada vez hacía sus tareas con más ánimo; separa los alimentos, subir cajas al camión, ir a los colegios a recoger lo donado, et.
Ya era el último día que le quedaba en la ONG, los días pasaron volando e increíblemente Raquel no tenía ganas de pintarse las uñas.
– Hoy ha venido una familia a recoger una caja de alimentos completa, ¿puedes dársela? Yo tengo mucho que hacer. Le pidió Sara.
– ¡Claro! Dijo Raquel con ánimo.
Cogió la caja y se dirigió hacia la familia, le llamó la atención la expresión de alegría de una niña de cinco años. Pobre, aquella niña era tan feliz con una simple caja con una garrafa de agua, legumbres y poco más, que no le duraría demasiado y sin embargo ella con móvil, tablet y ropa cara no era tan feliz. La sonrisa de aquella niña la hizo reflexionar.
Las vacaciones de Navidad acababan y Raquel salió del almacén sabiendo que se acabó por estas Navidades. Iba caminando por la calle con las manos en los bolsillos, observando el cielo pintado de estrellas. Estaba recordando todos los buenos momentos del almacén y toda la gente a la que ayudó. Estaba satisfecha con su labor en la ONG.
Sin darse cuenta ya había llegado a su casa. Descubrió que lo más importante no era el esmalte de uñas ni mucho menos, sino valorar todo lo que tiene y ayudar a los demás a cambio de nada. Cuando entró en su casa dijo:
– ¡El año que viene repito experiencia! Muy feliz.
Sofía Martínez Prieto 6º B de Primaria
3º LUIS Y LOS REYES MAGOS
Érase una vez un niño llamado Luis que vivía en una familia bastante pobre, pero nunca perdían la ilusión por la Navidad.
Este año no había sido muy bueno para ellos. sus padres no habían recogido la poca cosecha de todos los años.
Luis, con ganas de ayudar a sus padres, plantó una semilla. La cuidó y la regó a diario para poder vender su fruto y con ello ayudar a sus padres. Sin saber que sus semilla era de mirra. Al tiempo su planta creció y decidió salir a un pequeño mercado para intentar venderla. Pasaron los días y nadie la compraba. Luis estaba cada día más triste porque se acercaba la Navidad y no iban a poder celebrarla. La tristeza de Luis era por sus padres y su hermano que tenía mucha ilusión por la Navidad.
Un día tras otro Luis iba al mercado a intentar vender su planta. Un día, estando en el mercado se acercaron tres ancianos muy simpáticos: uno con la barba blanca llamado Melchor, otro con barba marrón llamado Gaspar y otro de color marrón llamado Baltasar.
Uno de ellos le preguntó por su planta y Luis le contestó que era la única que tenía y la vendía muy cara. Gaspar le ofreció cambiarla por dos palabras: “Feliz Navidad”.
Luis se quedó callado un momento pensando en lo que le dijo Gaspar. Al final, Luis le dio pena del anciano y decidió cambiarla.
De camino a casa, en la puerta estaban Melchor, Gaspar y Baltasar. Habían cambiado sus ropas e iban en camellos. Sólo le dijeron a Luis “Feliz Navidad”. Por arte de Magia desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos, y dejaron su casa llena de comida y regalos.
Alejandro Rodríguez Ramos 6º A de Primaria